poema de amor: soñando

Mis deseos

Empezar a escribir es como enfrentarse a un lienzo en blanco donde, poco a poco, las palabras van tomando el color del que lo va leyendo guiado por la mano del que lo va narrando. Mi color favorito es la pasión del rojo pasando por el amor del rosa, bajando al suelo con la esperanza del verde y subiendo al cielo con el azul de los sueños y entre ellos enlazaré todas las tonalidades tejiendo palabras: soñadas, sufridas, deseadas, criticas, apasionadas, sentidas, amadas... a veces imaginadas a veces vividas, pero siempre, siempre ... ¡con amor tejidas!


sábado, 2 de mayo de 2015

Poema de amor, desamor: Tres rosas




Tres rosas



Tres rosas llevo clavadas
que me están quitando vida
sangrando por las heridas
una a una, gota a gota
de sus afiladas espinas,
que van marchitando el color,
y sumiendo en la pena
mi alma y mi corazón.

Tres rosas tengo clavadas,
una blanca, una amarilla y otra roja.

La primera desgarró mi piel,
la segunda trizas mi corazón,
la tercera aún más fiera
con más fuerza y pasión
de las entrañas pasó
desgarrándome el alma entera.

Una es de color blanco,
la que menos penetró.
La otra vestida de amarillo
la tristeza regaló.
La roja más traicionera
de mi corazón robó
el color que mi sangre tuviera
y que sin ningún pudor,
también arrebató mi alma
y a su alma dio color.

La rosa blanca apareció
con espinas en bandera
el día que la conocí
como rosa en mi puerta,
de la mano de un amado
muy amado amigo mío

compañero de mi vida
mi hermano y amado amigo.

La segunda con más fuerza
amarilla de tristeza
en mi corazón se clavó,
el día que ella dichosa
su boda me anunció,
abrazada de mi hermano
que feliz como yo debiera
yo en su lugar estuviera
no rabioso ni celoso de dolor,
teniendo que aprisionar
ilusiones y pasiones
que hasta entonces tenían alas
y volaban por los rincones
de mi alma atormentada.

La más traicionera rosa,
la que más me destrozó,
es la que siempre roja
roja siempre de pasión,
clavándome las entrañas
y regocijándose en su hazaña,
fue arrasando y destruyendo
desde el alma al corazón
y lo poco que allí quedó,
desde el corazón al alma.

Sedienta de dolor y sangre
continuó en mis heridas
con sus espinas voraces
hurgando en las abiertas
y abriendo nuevos cauces.
Cuando mi amado hermano
quiso que al altar la llevase,
ella, vestida de blanco,
ella, cogida de mi brazo.
Y delante del altar sagrado
a ella yo le entregase,
y con ella mi esperanza,
mi vida, mi corazón, mi alma,
y lo poco que de sangre
en mi cuerpo aún quedaba.

Tres rosas siguen clavadas,
una roja, una amarilla, una blanca.

 

Dicen que con el tiempo
el dolor va mitigando
pero el mío continua
por la heridas sangrando,
que las espinas día a día
sin tregua, sin descanso,
me siguen, clavando, torturando.

Sin posible libertad
prisionero en la cárcel,
que las rosas construyeron
para a mi corazón atraparle,
con sus barrotes de espinas,
con sus barrotes de sangre,
y para toda la eternidad
también mi alma,

presa quedase.


Tres rosas me quitan vida,
una blanca, una roja, otra amarilla.


En el lecho de mi muerte
las tres rosas están presentes,
no quieren sacar espinas
no quieren nada perderse,
orgullosas de su obra,
orgullosas y complacientes.

Pero la bella rosa blanca,
haciendo honor a su nombre,
va apiadándose de mí,
y un poco reticente,
va sacando de mi piel
una a una, sus espinas dolientes.

La triste rosa amarilla
aunque triste está dudando,
pero la blanca convincente
le ayuda y van arrancando,
una a una las espinas,
que dentro de mi corazón
la amarilla fue clavando,

la rosa roja de sangre
de todas es la más cruel,
pero un poco envidiosa
y sin nada que perder,
empieza a desclavar
las espinas una a una,
pero le cuesta llegar
a la que clavo profundamente
que ahora no puede sacar
y es la herida de muerte.
 

Por ella la muerte entra,
la vida por ella escapa,
porque es herida tan grande
que nadie ha podido sanarla.
Y esa espina clavada
que nadie ha podido sacarla,
esa a la tumba me lleva,
y es de la muerte mi compaña,
nunca pude desclavarla
porque se clavó en el alma.



Viendo que todo termina
las tres rosas despistadas,
no advierten que una mano
sus alargados cuerpos atrapa.
Y con las ultimas fuerzas
de la rabia desmedida,
voy arrugando su belleza,
las tres se van marchitando
con la sangre de mis manos
que las espinas malditas
en ella, de nuevo, están clavando.

Pero no siento dolor,
¡ahora son ellas las que gritan!
sus venas están sangrando,
y esta vez como vencedor,
les voy arrebatando vida y color

con las últimas gotas de mi sangre,
y del latido de mi corazón.
 

Tres rosas tenía clavadas,
una amarilla, una roja, una blanca.

En la muerte me acompañan tres rosas,
una blanca, una amarilla y una roja.


  

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